Rev. chil. endocrinol. diabetes 2023; 16 (3)    Volver a Índice

 

Ética, Humanismo y Sociedad

Empoderamiento del paciente

José Carlos Bermejo1*

 

Patient empowerment

1. Sector Escultores 39, 28760 Tres Cantos, Madrid (España).

 

*Correspondencia: info@josecarlosbermejo.es

Hay claves que se ponen encima de la mesa por temporadas. Se ponen de moda. Sin duda, esta es una: el empoderamiento del paciente, como elemento fundamental de la humanización de la asistencia sanitaria. Se trata de reconocer que el paciente no es objeto, que tiene voz y que es el protagonista, y que escucharle, tanto individualmente como a través de las asociaciones de pacientes, es imprescindible para saber de qué hablamos y para que la humanización se centre realmente en el paciente.

Pero es bueno ser respetuoso con las palabras y preguntarlas sobre su origen y su historia. La palabra empoderamiento tiene distintas acepciones de acuerdo al contexto social y político en que se define. Cobró especial fuerza en las décadas de 1960 y 1970 en los Estados Unidos de Norteamérica, con los movimientos sociales por la lucha de los derechos civiles de mujeres, homosexuales y discapacitados, basándose principalmente en el concepto de empoderamiento que Paulo Freire acuñó respecto a la educación de los grupos oprimidos.

Empoderamiento en salud

Hoy se habla de empoderamiento del paciente en la relación clínica. Son tiempos de ensalzar la autonomía, la libertad, la responsabilidad. Son tiempos contrarios al paternalismo y a la infantilización en las diferentes profesiones de ayuda.

El empoderamiento es una confluencia de conceptos como el auto-fortalecimiento, control y poder propio, autoconfianza, capacidad de decisión propia, independencia y libertad del individuo. Es la expansión de la libertad, la autoridad y el poder de la persona sobre los recursos y las decisiones que afectan su vida.

En medicina, el término es introducido en busca de una visión que trascienda la salud en sí y que considere al individuo inmerso en una cultura y ambiente específicos, como parte de un todo.

El ideario de esta concepción se resume en la “Carta de Ottawa”, elaborada en la conferencia internacional de promoción de la salud de 1986 y en la “Declaración de Alma Ata”, ambas bajo el auspicio de la Organización Mundial de la Salud. Esta ideología considera que la justicia social, la equidad, la educación, un ecosistema saludable, la estabilidad social y un salario digno son antecedentes esenciales que comprometen la salud y la calidad de vida.

A la sombra de la reflexión bioética de las últimas décadas, en particular al subrayar el principio de respeto por la autonomía del paciente, proclamado en el abc del modelo principialista, se insiste en esta clave que se considera también propia del movimiento de humanización de la asistencia sanitaria.

Clave de humanización

Promover el empoderamiento del paciente es un principio básico relacionado con el derecho a su independencia y a su autonomía, a su plena participación en las decisiones respecto a los problemas que le atañen.

En este momento, el modelo imperante en la relación médico-paciente es el empírico, en el cual se tiende a objetivar a este último. Teniendo como base filosófica a Hegel, se establece un modo de conocer el mundo que en salud se traduce en constituir categorías según los síntomas y signos de quien demanda la atención.

Aprovechando el desarrollo tecnológico y el arsenal que permite diagnosticar y tratar, esta esquematización ha resultado de gran utilidad para la aplicación del conocimiento en salud.

No obstante, su ejercicio tiene algunos riesgos al establecer una relación sujeto-objeto que lleva a deshumanizar el mundo de la salud, perdiendo lo específico del ser humano, su mundo cognitivo, afectivo, emocional, espiritual, social, valórico, cultural.

Un proceso diagnóstico o terapéutico humanizado debe estar centrado en la persona del protagonista, que es el paciente y su mundo, su ambiente, sus cogniciones, emociones y valores. El empoderamiento requiere que se establezca una relación sujeto-sujeto entre profesional de la salud y paciente, ya que para construir la salud no basta con objetivar y clasificar, sino que, además, es necesario comprender y reconocer la diversidad, establecer consideraciones positivas, solidarizar y promover la libertad y participación de este en su proceso de sanación.

Empoderar, pero lo justo

Conjugar el verbo empoderar en las relaciones profesionales de salud, ha de constituir un equilibrio adecuado. Se trata de una relación también con valor pedagógico, de modo que el paciente, fruto de la relación, sepa más, se sitúe de manera más responsable, sea tratado como persona y no como objeto, participe en las decisiones, sea considerado su entorno sociocultural.

El empoderamiento y la atención centrada en el paciente son elementos clave para mejorar los resultados en salud, aumentar la satisfacción de los usuarios, mejorar la comunicación entre profesionales y pacientes, y obtener un mayor cumplimiento de los planes terapéuticos, además de optimizar el uso de los recursos y los costes de la atención en salud.

La OMS define empoderamiento como un proceso mediante el cual las personas adquieren un mayor control sobre las decisiones y acciones que afectan su salud. Para ello, los individuos y las comunidades necesitan desarrollar habilidades, tener acceso a la información y a los recursos, y la oportunidad de participar e influir en los factores que afectan su salud y bienestar.

Se considera que empoderamiento es el proceso social de reconocer, promover y mejorar las capacidades de los pacientes para satisfacer sus propias necesidades, resolver sus propios problemas y sentir que controlan sus vidas. Otra cosa sería justificar el máximo poder de gestionar la vida hasta eliminarla.

Para promover el empoderamiento es necesario que los pacientes tengan unas capacidades previas, que se realice bien el proceso comunicativo, realmente centrado en el paciente, con las debidas relacionales y sus elementos motivacionales para el trabajo por la salud.

El punto de llegada del empoderamiento no es el abandono del paciente a su criterio espontáneo, sino la promoción de la responsabilidad, de la participación en la toma de decisiones, en la promoción de la salud y la prevención, en el discernimiento a la búsqueda del bien y el cuidado de la salud y de la vida.

Conocer las estrategias que aumenten la alfabetización y la información de los pacientes no es suficiente para fomentar el empoderamiento. Se requiere un cambio de conducta, una corresponsabilidad y compromiso en la alianza terapéutica hacia el discernimiento y la búsqueda y cuidado de lo que sustenta todo valor: la vida, aunque no sea todo.

Promover el empoderamiento aterriza no solo en el campo de la asistencia sanitaria, sino también en el mundo de la dependencia, de la intervención social, del acompañamiento espiritual, del counselling