Rev. chil. endocrinol. diabetes 2008; 1 (2)    Volver a Índice

 

Editorial

La certificación de especialidad otorgada por la Corporación Nacional de Certificación de Especialidades Médicas

Dr. José Manuel López Moreno
Editor

 

La certificación de las especialidades médicas es un tema muy valorado y de gran actualidad en la medicina chilena. Esto es reconocido por el propio cuerpo médico, las instituciones prestadoras de salud, el Ministerio de Salud y, en rápida progresión, por los propios pacientes beneficiarios. En este contexto, destaca la encomiable labor cumplida por la Corporación Nacional de Certificación de Especialidades Médicas (CONACEM), institución en cuyo seno convergen las Facultades de Medicina pertenecientes a la Asociación de Facultades de Medicina de Chile (ASOFAMECH), las Sociedades Científicas, el Colegio Médico de Chile, la Academia de Medicina y el propio Ministerio de Salud. A la fecha se han cumplido 24 años de su fundación y desde entonces ha otorgado la certificación de especialidad en más de 10.000 ocasiones y en 55 especialidades, entre primarias y derivadas. Esta labor ha sido destacada y ha recibido el reconocimiento generalizado por su eficiencia, estabilidad y ecuanimidad. Sin duda, la medicina chilena tiene una deuda de gratitud con CONACEM.

La importancia asignada a la certificación de especialidades médicas se ha concretado en la propuesta del Reglamento para Certificación de Especialidades y Sub-especialidades Médicas, actualmente cursando el proceso legal pertinente. Aunque este reconocimiento parece tardío, tiene el beneficio de aportar definiciones legales respecto de lo que se entiende por especialidad y sub-especialidad médica, identificarlas específicamente (en Medicina se reconocen 43) y dar respaldo legal a la certificación del título de especialista. Independientemente de estos hechos positivos, existen prevenciones importantes respecto de otros aspectos del decreto, lo que no corresponde tratar en estas líneas. Lo interesante es que este reglamento, en el acápite D del artículo 1°, señala taxativamente como materia de su interés el “Período de validez de la certificación o modalidades para su prórroga, cuando corresponda, según la especialidad o sub-especialidad que se trate”, lo que necesariamente abre el gran tema de la recertificación de la calidad de especialista, motivo de este comentario editorial.

Así, habiendo pasado más de 24 años desde el inicio del proceso de certificación en Chile por CONACEM, se ha puesto en discusión la recertificación de especialistas. Consciente de la importancia del tema, CONACEM ha estimulado su estudio: en agosto de 2007 convocó a un seminario de análisis, con una nutrida asistencia, y que derivó en importantes conclusiones preliminares para comenzar el procedimiento de recertificación.

La recertificación es política activa en países del mundo desarrollado. Así, EEUU la inició en 1970, habiendo completado en 2005 la certificación de especialistas de 24 ramas de la medicina. Este tiempo prolongado habla de la complejidad y vastedad del proceso. Holanda lo inició en 1991, Australia y Nueva Zelanda en 1994 y el Reino Unido en 2002. El aceptar en principio el desafío de la recertificación abre la discusión respecto a puntos centrales como:

a) ¿Cuál o cuáles son las razones para justificar la recertificación?

b) ¿Cuáles son los objetivos de la recertificación?

c) ¿Cómo definir los requisitos para obtener la recertificación?

d) Período de validez de la certificación y de la recertificación.

e) Instituciones comprometidas en el proceso.

 

Abordemos las interrogantes planteadas.

a) Razones para recertificar. No escapa a nadie la velocidad del progreso de la medicina en todos sus aspectos. Ello se expresa en la vertiginosa aparición de nuevos conocimientos, la disponibilidad de tecnologías de alto poder diagnóstico y terapéutico y la creciente demanda de esta medicina de alto nivel por las personas afectadas. Todo lo anterior crea la necesidad de capacitación que permita un responsable desempeño de los cultores de la especialidad, con el necesario beneficio para los pacientes, colegas, instituciones y sociedad. Sin embargo, si el bagaje de conocimientos actualizados es insuficiente, esa misma tecnología puede trasformarse en factor de detrimento para los pacientes y de gastos espurios para la sociedad nacional. La certificación, muy importante en el inicio del proceso de evaluación de conocimientos, habilidades y competencias, minimiza progresivamente su valor probatorio de suficiencia según avanza el tiempo. Si no existe la preparación que la recertificación pretende avalar, puede que el médico, justamente certificado en un momento, mantenga un actuar estático y, por consecuencia, obsoleto y ajeno a lo nuevo (falta por omisión), o proceda sin la responsabilidad necesaria respecto de métodos que conoce parcialmente o simplemente desconoce (falta por acción temeraria). En esa línea, CONACEM tiene en gran valía su compromiso de resguardo de la fe pública respecto de los actores médicos que prestan sus servicios profesionales. Esta responsabilidad se acrecienta respecto de núcleos poblacionales carentes de la educación que les permita acceder a mejor información y optar por soluciones terapéuticas adecuadas. Parece así clara la necesidad de recertificar la condición de especialista en función de esa responsabilidad social.

Un hecho agregado que atenta contra la buena calidad del ejercicio clínico es lo concerniente al mundo organizacional de la medicina, con sus plazos reducidos, costos restringidos al máximo, información escasa para los beneficiarios, etc., ejemplos que se presentan casi a diario en la prensa nacional. Un real conocimiento y manejo actualizado de la especialidad permite minimizar estos condicionantes negativos.

Finalmente, una adecuada recertificación crea un marco de confianza entre los usuarios y sus médicos tratantes, lo que es de alta conveniencia para todos. Ya las instituciones prestadoras de salud han visualizado este punto, y progresivamente ejercen mayor presión para la certificación de sus cuadros profesionales. La recertificación sólo pretende prolongar en el tiempo estas ventajas.

b) Si las razones para actuar parecen claras, entonces es necesario apuntar a la definición de grandes objetivos. La meta última es mejorar el nivel de eficiencia técnica y la calidad humana con la que la atención médica debe aproximarse a los pacientes. Derivado de lo anterior, en un plano más operativo, se deben establecer estándares de buena práctica, de fácil acceso y comprensión. Necesariamente, dados los puntos anteriores, es ineludible el diseño de un sistema ordenado de Educación Médica Continua, amplio en sus contenidos, de fácil acceso y ajustadamente evaluable. La evaluación debe comprender al proceso docente en sí y el rendimiento de los médicos que acceden a él.

¿Cual será el instrumento que permitirá alcanzar los objetivos de calidad y actualización?

La gran herramienta ya fue esbozada: La Educación Médica Continua. Este proyecto debe tomar en consideración las acciones que hasta hoy llevan a cabo las universidades, sociedades científicas, revistas y publicaciones, etc. El esfuerzo en el campo de la Educación Médica Continua debe adquirir coherencia con el objetivo, de modo que, en un tiempo determinado, la sumatoria de sus acciones pueda responder a la necesidad de actualización de todo el contexto de una determinada especialidad; es decir, el diseño debe apuntar a entregar un paquete docente completo, actualizado, mayoritariamente con contenidos teóricos, pero también con módulos prácticos sobre lo realmente nuevo, en especialidades que así lo requieran.

Dado que la recertificación estará basada fundamentalmente en la Educación Continua, todas las actividades docentes que estén bajo este alero requerirán de un acabado proceso de evaluación de los alumnos que las utilizan. Sólo así tendrá validez el antecedente presentado a CONACEM como ente evaluador.

Debe considerarse que hay temas y áreas que interesan horizontalmente a dos o más especialidades, lo que hace necesario aunar los esfuerzos de diseño de los contenidos de Educación Continua, para sumar experiencias y ahorrar esfuerzos.

c) La definición de los requisitos exigibles para la recertificación es un tema complejo que excede el objetivo de este editorial, pero algunas ideas pueden adelantarse. Estos requisitos deben ser claramente diseñados y explicitados, cuantificables y veraces y obviamente los énfasis corresponderán a las necesidades específicas de las distintas especialidades. Ya se mencionó el proceso de Educación Continua, que bien llevado permite cumplir con esos predicamentos. Otros elementos a considerar para la aprobación recertificatoria son actividades académicas en la especialidad, investigación y docencia, y trabajo en centros extranjeros de excelencia. Tampoco puede descartarse como vía de recertificación el examen formal, teórico y práctico, para aquellos postulantes que voluntariamente así lo deseen. En suma, cada actividad formativa considerada debería ser representada por una cifra o clave de evaluación, de modo que la sumatoria de todas ellas revele en forma simple si se ha o no alcanzado el nivel de aprobación.

En algunos países, con una masa de especialistas mayor a la nuestra, se incorpora entre los créditos aprobatorios la observación y seguimiento de los resultados de la acción profesional del postulante o también certificados de la calidad de su desempeño extendidos por pares, instituciones y pacientes. La situación de Chile, en cuanto a su nivel de desarrollo y monto poblacional hacen muy difícil incorporar, al menos por ahora, estos parámetros.

d) El tiempo de validez de la recertificación deberá definirse en función de la velocidad de los cambios en una determinada especialidad, pero es necesario apuntar a plazos prolongados para permitir que el sistema se adapte y sus usuarios lo prestigien. En términos generales, un médico en el contexto del total de su vida profesional, podría ser certificado 2 o 3 veces.

e) Esta revista se congratula del esfuerzo que se está desarrollando en el campo de la recertificación de los especialistas y donde el concurso de muchas instituciones es necesario para cooperar en el proceso de Educación Continua, base del proceso formativo.

Desde ya, la Revista Chilena de Endocrinología y Diabetes está entusiastamente disponible para aportar lo suyo.