*Correspondencia: info@josecarlosbermejo.es
“Ahora mismo vuelvo” es el primer episodio de la segunda temporada de la serie de ciencia ficción distópica Black Mirror. Fue escrito por el creador de la serie Charlie Brooker. Dirigido por Owen Harris se estrenó el 11 de febrero de 2013.
“Ahora mismo vuelvo”
Esta es la trama del episodio: Ash vive enganchado a las redes sociales. Constantemente interactúa, graba, comenta lo que ocurre. Cuando fallece en un accidente de coche, su pareja, Martha, queda devastada. Cuando descubra que está embarazada, eso no aliviará el dolor por la pérdida. Sin embargo, desarrollos tecnológicos le abrirán una puerta inesperada. Un software de última generación permite que hable con Ash (o con una simulación de él) que se nutre de la cantidad de vestigios que ha ido dejando en internet. La simulación es tan real que poco a poco Martha se va enganchando a estar constantemente conversando con ese Ash virtual. Y cuando se le plantee la posibilidad de dar un paso más, y crear un androide con los rasgos y memoria del fallecido, no dudará en aceptarlo. Así, Martha tendrá una copia androide de su pareja Ash, gracias a esta “resucitación virtual”.
La inteligencia artificial y los simuladores humanos son algo que lentamente va introduciéndose en nuestro contexto. La forma de conjugar la tecnología, los desarrollos futuristas y los escenarios plausibles junto con las grandes cuestiones de la existencia -el duelo y la muerte- hacen de este episodio una provocación de rabiosa actualidad, vital para reflexionar sobre el duelo y la esperanza.
Se plantean algunas cuestiones desasosegantes del panorama actual, en concreto la cantidad de datos que vamos dejando desperdigados por las redes, capaces de reconstruir “un ser” a imagen y semejanza de nosotros mismos por la elaboración de toda esta información hecha de huellas en forma de conversaciones, imágenes, reacciones... Internet no olvida. Todo queda ahí. No habiendo olvido digital, puede “darse vida” a un pasado integrado en un presente con forma similar a quienes somos.
El episodio “Ahora mismo vuelvo” muestra cómo hay un momento en que Martha parece preferir esa presencia virtual de Ash a las relaciones reales con personas de su entorno. La “persona construida virtualmente”, digamos “resucitada”, no contiene los límites de la fragilidad, vulnerabilidad y libertad, de modo que se convierte en un esclavo. En una sociedad que está volcada al mundo digital, nos planteamos también cuánto efectivamente esto esté favorecido porque en él podemos controlar al otro minimizando su dimensión negativa y limitada, y en parte, su libertad.
Duelo y mundo digital
Si ya nos habíamos percatado de las posibilidades que están a nuestro alcance con los códigos QR en las lápidas que permiten ser escaneados y pronunciar la mágica frase “Lázaro, sal fuera”, consiguiendo en nuestro móvil una colección de fotos, audios, sonidos, etc., que dan vida al ser perdido, si ya éramos conscientes de los millones de perfiles de facebook vivos en la red, pertenecientes a personas fallecidas, o “resucitados” por los sistemas o los supervivientes… ahora nos damos cuenta del poder de “dar vida a los muertos” para evitar atravesar el duelo.
Uno de los temas que trata el capítulo “Ahora mismo vuelvo” es precisamente el del dolor del duelo. En un intento exasperado por evadirse del sufrimiento de la pérdida, Martha, gracias a su amiga que se lo cuenta, hace que la tecnología digital “resucite” a Ash y en una primera fase lo tenga accesible a través del móvil y el ordenador, y en una segunda fase, en forma de un androide que pareciera inspirado en el “cuerpo espiritual” con que San Pablo describía la resurrección cristiana.
Pero no hay evasión posible, parece ser la conclusión de esta historia. No hay sucedáneos para las personas que puedan llenar el hueco de su ausencia. Y ante determinadas experiencias, no queda otra que aceptarlas, integrar el dolor y seguir adelante. Lo contrario es quedar atascados sin poder pasar página alguna.
El mundo digital nos presenta múltiples novedades en relación al duelo. Algunos estudios dicen que todos estos aspectos constituyen una dificultad (“una pulga”, hemos escrito nosotros), un factor que aumenta la vulnerabilidad al duelo complicado. Las ilusiones de resucitación abren paso a la negación de la radicalidad y del drama de la irreversibilidad de la muerte.
La muerte de la esperanza
La humanidad ha intentado, durante toda la historia, afrontar el fatal destino de la muerte a través del dinamismo de la esperanza. Ahora bien, la esperanza es como la sangre, imprescindible para vivir estando en circulación. La esperanza nos permite apoyarnos –como ancla- en la pena, agarrarnos en el vacío, lanzar el deseo de lo más hondo del corazón a un futuro que realice lo anhelado transformando el presente en algo soportable.
Unamuno decía: “¿No será la absoluta y perfecta felicidad eterna una eterna esperanza que de realizarse moriría? ¿Se puede ser feliz sin esperanza? Esperanza, esperanza siempre”.
Cuando en la serie de Black Mirror, en el episodio “Ahora mismo vuelvo” encontramos la esperanza de Martha de volver a tener a Ash cumplida (aunque en forma de androide), se convierte en más insoportable que la misma ausencia. El duelo tiene que ser duelo y la resucitación no mata el dolor. Martha deseará el suicidio del resucitado Ash para liberarse de un ser que no sufre, no tiene libertad ni límites, que no muere. La resucitación del muerto se convierte en algo más cruel que el mismo dolor de la muerte. La resucitación del ser querido, mata la esperanza y sin esperanza, la vida es insoportable.
“¿Qué hace que seas tú?” le pregunta Martha al androide Ash. Y la respuesta de ser la combinación del rastro digital, es frustrante. Es un ser construido a partir de patrones del pasado, sin libertad en el presente, sin incertidumbre hacia el futuro. Nos hace ser quienes somos también ser finitos, nuestra condición mortal. Vale la pena vivir y el amor tiene sentido también porque se lo da el mismo límite de la muerte. Para que el amor a los seres queridos que perdemos sea inmortal, la esperanza tiene que ser mortal o, al menos, no verse satisfecha para ser tal.
La esperanza tiene permiso para seguir soñando, proyectando, anhelando, comprometiendo, pero no para ver realizados sus deseos en el duelo porque así, también ella moriría.
La antropología tiene tarea pendiente en los tiempos que corren ante los desafíos de las tecnologías digitales.