*Correspondencia: info@josecarlosbermejo.es
Es una de las claves de la humanización en salud: la mirada integral, holística, centrada en la persona. Lo es en el mundo del mercado, como también en el mundo de los servicios de atención a personas, entre los cuales los sanitarios, sociales, de acompañamiento, en las diferentes formas de relación de ayuda. Se nos llena la boca diciendo que nos centramos en la persona. Esperemos que no sea solo palabrería.
Pero está menos explorado lo que realmente significa la consideración holística, integral, de la persona. Arrastramos las bondades de la aportación de la OMS, con su definición innovadora de salud en 1946, así como los límites. Hemos sido insuficientemente creativos y estudiosos tanto del concepto de salud como del concepto de holismo, interdisciplinariedad y multidimensionalidad.
Más que la ausencia de enfermedad
En efecto, el concepto de salud holística como tal, nace en 1946 de la mano de la Organización Mundial de la Salud. Fue en ese año, cuando el organismo definió la salud como “un estado completo de bienestar físico, bienestar mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades”.
Es, aún hoy, la definición más importante e influyente en la actualidad con respecto a lo que por salud se entiende. Está plasmada en el preámbulo de su Constitución de la Organización. Esta definición es relevante por su institucionalidad, pues es la que sirve de base para el cumplimiento de las competencias de la OMS, que es el máximo organismo gubernamental mundialmente reconocida en materia de salud y uno de los principales actores en dicha materia.
Al pensar así la salud, se evoca un concepto de síntesis de una multiplicidad de procesos, de lo que acontece con la biología del cuerpo, con el ambiente que nos rodea, con las relaciones sociales, con la política y la economía internacional. El concepto habla de completo bienestar (sic!), lo cual es siempre subjetivo.
Considerar así la salud es superar el enfoque asistencialista sanitario predominante en gran parte de los países. Este enfoque tenía una noción negativa de la salud, entendiéndola como mera ausencia de enfermedad o lesión. De esta forma, se expresa la preocupación de considerar la salud como mucho más que una simple colección de negaciones, el estado de no padecer ninguna situación indeseable concreta.
Se trata de una definición holística y progresista que considera a la salud, ya no solo como un fenómeno meramente somático y psicológico, sino también social. La salud se considera, así como un fenómeno complejo que debe ser abordado a través de la interdisciplinariedad, pues para poder comprenderla en su multidimensionalidad es necesario que concurran diversas disciplinas que interactúen y se integren entre sí. Esto representa una importante superación del paradigma biologicista, que, a partir de la revolución de la microbiología, consideraba a la salud como exclusivamente individual, reforzando en forma acentuada el paradigma curativista de la medicina.
Esta mirada multidimensional sería uno de los caminos para enmendar uno de los dramas de la medicina contemporánea que, siendo básicamente biológica, ignora la etiología no- biológica de muchas enfermedades y su correspondiente terapéutica, igualmente no biológica. Se trata de una orientación post-positivista.
Claro que los límites vienen por la no inclusión de otras dimensiones, como la espiritual, y por considerarla como un estado, y por afirmar que ha de ser completo. Como si la salud no admitiera grados y no tuviera de experiencia y temporalidad, sino solo de situación...
Más que la suma de las partes
El holismo (del griego hólos: todo, totalidad) es una posición metodológica y epistemológica que postula cómo los sistemas (ya sean físicos, biológicos, sociales, económicos, mentales, lingüísticos, etc.) y sus propiedades deben ser analizados en su conjunto y no solo a través de las partes que los componen.
El holismo, aún considerando las partes separadamente, analiza y observa el sistema como un todo integrado y global que determina cómo se comportan las partes, mientras que un mero análisis de estas no puede explicar por completo el funcionamiento del todo. El holismo considera que el todo es un sistema más complejo que una simple suma de sus elementos constituyentes o, en otras palabras, que su naturaleza como ente no es derivable de sus elementos constituyentes. El holismo defiende la sinergia entre las partes y no la individualidad de cada una.
El holismo brinda gran importancia a la interdependencia de las partes y a sus variadas interrelaciones. En salud, intervención social, psicología -en el campo científico-, el reduccionismo es considerado el opuesto del holismo.
Quienes favorecen el holismo consideran que el reduccionismo científico postula que un sistema complejo puede ser explicado mediante una simple reducción a las partes que lo componen. Desde una perspectiva holista, por el contrario, los sistemas funcionan como conjuntos y su funcionamiento no puede ser plenamente comprendido si solo se tienen en cuenta sus partes componentes. En las ciencias sociales, en especial en la sociología, el opuesto al enfoque holista sería el individualismo. Un enfoque sociológico holista considera y analiza el comportamiento de los individuos como una consecuencia de la matriz social en la que se encuentran, mientras que el individualismo metodológico privilegia en su análisis la interpretación subjetiva de los hechos sociales.
El enfoque holístico en la salud se relaciona con el funcionamiento del ser humano de una manera integral, es decir, conociendo los aspectos físicos, mentales, emocionales, espirituales y sociales que forman parte de cada persona.
Varias generaciones de holismo
Estamos aún muy lejos de trabajar centrados en la persona, desde una perspectiva holística en el mundo de la salud y de la intervención social. La salud, pensada de manera humanizada, comporta un abordaje desde la interdisciplinariedad, por estar enmarcada en el área de intersección de diversas ciencias, tanto naturales como sociales.
Se trata de ver y actuar en la salud no solo desde una mirada exclusivamente médica, encerrado en el interior de los hospitales. Y cuando así sea, desde una mirada humanizada, donde, según las recientes consideraciones del holismo, tanto el profesional como el paciente, sean considerado como un todo, complejo, en relación. Los sanitarios no serán, pues, técnicos de la mirada al paciente como un todo, sino personas que interactúan con personas. Ambas sanadoras heridas. Ambas son un todo, y en relación, forma parte de un todo.
La salud es un hecho social, biográfico, político, espiritual. Por lo tanto, se trata de un fenómeno multidimensional y multicausal que trasciende y desborda la competencia y la racionalidad positivista biomédica.
El concepto de salud es un constructo multidimensional complejo que presenta todas las características del paradigma de la complejidad: el caos con sus características de desorden, relaciones no lineales, discontinuidad, contradicciones y paradojas...
En el Centro de Humanización de la Salud nos gusta describir las dimensiones de la persona citando la física, la cognitiva, la emocional, la relacional o social, la valórica y la espiritual.
Desde el punto de vista antropológico, Francesc Torralba nos recuerda que la persona es una estructura plurirelacional. Se relaciona con el mundo natural (la naturaleza), el mundo afectivo (las demás personas), el mundo noético (el mundo de las ideas), el mundo reflexivo (el ser humano con su propia mismidad) y el mundo trascendente (la relación del ser humano con el misterio). Solo una mirada a uno mismo y a los demás en esta clave, podrá ser humanizadora en el sistema sanitario.