SOCHED conmemora sus cincuenta años con emotiva ceremonia
Con la asistencia de casi la totalidad de sus socios, entre los cuales se encontraban algunos de los miembros fundadores de la organización, la Sociedad Chilena de Endocrinología y Diabetes (SOCHED) conmemoró su cincuentenario el pasado 4 de junio, en los salones de Casa Piedra.
El Dr. Hernán García, actual presidente de la SOCHED, destacó el aporte realizado por la institución al quehacer médico y científico nacional durante sus cincuenta años de vida. Por otra parte, en una destacada conferencia, uno de sus ex presidentes, el Dr. José Adolfo Rodríguez, realizó un recorrido por el pasado y presente del organismo, junto con referirse a los desafíos que trae el futuro (Ver discurso completo a continuación).
La cita no sólo fue un espacio de encuentro y camaradería para SOCHED conmemora sus cincuenta años con emotiva ceremonia quienes conforman la SOCHED, sino también una instancia para recordar sus inicios, hacer balances sobre el presente y proyecciones para el futuro. Asimismo, se dio la oportunidad de homenajear a todos aquellos socios que han contribuido al crecimiento y consolidación de la Sociedad, incluyendo, por supuesto, a sus miembros fallecidos, como los doctores Arturo Atria, Francisco Donoso, Rigoberto Iglesias, Rafael Téllez, Carlos Stevenson, Hugo Pumarino y Gustavo Pineda, reconocimiento que fue recibido por sus familiares.
Además de galardonar a los ex presidentes de la Sociedad y a los socios fundadores, se reconoció la destacada labor de los doctores Francisco Beas, en endocrinología pediátrica; Luis Vargas Fernández, en metabolismo glucídico; y Manuel García de los Ríos, en diabetes.
Los directivos de la SOCHED, Dr. Nelson Wohllk, vicepresidente; Dr. Hernán García, presidente; y Dr. Gilberto Pérez, past-president.
Casi la totalidad de los miembros de SOCHED participaron de la significativa ceremonia del cincuentenario.
LLos ex presidentes de la SOCHED, doctores Luis Vargas Fernández, Alfredo Jadresic y Enrique López Caffarena, recibieron su galardón de manos del presidente de la Sociedad, el Dr. Hernán García.
Los ex presidentes de la SOCHED, doctores Patricio Michaud, José Manuel López, Manuel García de los Ríos y Ronald Youlton, recibieron su galardón de manos de la Dra. Maria Isabel López.
Algunos de los socios fundadores: Dr. Ismael Mena, Dr. Pablo Atria, Dr. Alfredo Jadresic, Dra. Paula Peláez, Dr. Enrique López Caffarena, junto al Dr. Hernán García.
La Dra. Cecilia Johnson junto a los doctores Luis Vargas Fernández y Francisco Beas.
Medio siglo de SOCHED: desafíos del pasado, del presente y del futuro
Dr. José Adolfo Rodríguez P.
El Dr. José Adolfo Rodríguez, durante su conferencia.
Cincuenta años de vida parecen mucho tiempo en la vida de una persona, pero para una Sociedad como la nuestra es un período breve: podemos decir que ha salido de la infancia y ahora, consolidada, se apronta para entrar en su adolescencia y juventud.
A lo largo de su existencia, la Sociedad Chilena de Endocrinología y Diabetes ha enfrentado muchos desafíos. Quisiera referirme a los que ha enfrentado en el pasado, a los que tiene ahora y a los que posiblemente vengan en el futuro.
Hace cincuenta años casi todos los países latinoamericanos, excepto Chile, tenían una Sociedad de Endocrinología. La Sociedad Argentina se fundó en 1941; la Mexicana en 1956; la Brasilera y la Colombiana en 1950; la Peruana y la Venezolana en 1957.
Esto es extraño, ya que en 1958 hacía 3 décadas que existía actividad endocrinológica experimental y posteriormente clínica en Chile, y en la Revista Médica de Chile puede encontrarse abundante material publicado antes de la fecha fundacional relacionado con la endocrinología.
Los primeros años de la Sociedad deben haber sido difíciles. En anteriores Congresos hemos oído de labios de sus protagonistas las luchas de poder que se dieron inicialmente, las que ahora nos parecen anecdóticas y hasta divertidas, pero que en su tiempo entrabaron el progreso de la especialidad.
Cuando ingresé en los años setenta, la Sociedad venía siguiendo un curso descendente. Aparte de los acontecimientos políticos que convulsionaron al país por esos años, un número importante de endocrinólogos ya formados y que habrían tenido un gran papel en el desarrollo de la especialidad, emigraron al extranjero. Otros de gran relieve que permanecieron aquí, enfermaron o murieron muy prematuramente, con el resultado de que se produjo una escasez de profesores, de endocrinólogos formados, que pudieran formar a las nuevas generaciones.
Había muy poca investigación clínica, los trabajos se presentaban en los congresos sin mayor análisis estadístico y rara vez se incluían grupos de control. Éstas y otras razones llevaron a importantes grupos de investigadores básicos en endocrinología a distanciarse de la Sociedad. Por esos años tuvimos un empobrecimiento general de la temática endocrinológica, que se vio restringida a la tiroides, un poco de las demás glándulas endocrinas tradicionales y, en muchos centros, a una separación total con la temática diabetológica, que seguía un curso independiente.
Pero esta situación empezó a cambiar a medida que las nuevas generaciones fueron apareciendo y logrando una adecuada formación endocrinológica en el extranjero. En los años noventa algunos científicos básicos volvieron al directorio de la Sociedad y las reuniones clínicas de los sábados incluían discusiones de aspectos básicos de los problemas clínicos presentados.
Hitos importantes de progreso fueron los congresos internacionales que se celebraron en Chile: el de la ALAD en los años ochenta para la diabetes y el Panamericano de Endocrinología en 1994. A partir de estos años, se ampliaron grandemente los horizontes de la endocrinología en Chile.
Vimos que la incorporación de distinguidos endocrinólogos pediátricos y la disponibilidad de recursos, como la hormona de crecimiento y los análogos de GnRH, dieron un enorme impulso a la endocrinología pediátrica, que resulta ahora una atractiva subespecialidad.
Hemos visto también que la endocrinología ginecológica se ha desarrollado fuertemente, con fructífera investigación en torno a problemas integradores como el síndrome de ovario poliquístico y a problemas clínicos como el climaterio y la menopausia.
El conocimiento sobre la diabetes se ha incrementado enormemente, el concepto de resistencia insulínica ha servido para unificar territorios antes separados, y los grandes estudios clínicos junto con la disponibilidad de nuevos recursos terapéuticos han conferido un nuevo atractivo a quienes cultivan la diabetología.
El metabolismo fosfocálcico ha tenido un renacimiento en torno a enfermedades óseas metabólicas como la osteoporosis, la biología molecular se está empleando crecientemente en investigación endocrinológica clínica y básica, y así, vemos surgir a la endocrinología como múltiple, diversificada y enriquecedora en cuanto al conocimiento global de la fisiología, fisiopatología y clínica del ser humano.
Todo esto trae nuevos desafíos a una organización como la nuestra. Entre ellos debo mencionar la tendencia centrífuga de cada una de estas áreas de desarrollo que, guiadas por afán de independencia, por el legítimo deseo de ahondar en temas que pueden no ser del interés del conjunto de la Sociedad y, a veces, por el estímulo económico de la industria que ve una oportunidad de promocionar con respaldo científico sus productos, forman sociedades aparte que tienden a empobrecer al conjunto.
Otro desafío que enfrenta nuestra Sociedad es apoyar la sólida formación de endocrinólogos, tarea que compete más a las universidades y autoridades de salud, pero que debe ser respaldada por nosotros. No es necesario ser endocrinólogo para pertenecer a nuestra Sociedad, pero nos beneficiamos de contar con endocrinólogos bien formados entre nosotros. En este sentido es lamentable el bajo número de becas de endocrinología que existe, la persistencia del escándalo del autofinanciamiento, y el escaso número de centros capacitados para formar endocrinólogos.
Y esto ante una enorme demanda de endocrinólogos, con largas listas de espera. Cada vez aumenta más el número de diabéticos; hasta un cuarto de la población adulta puede tener síndrome metabólico; aumenta la detección de nódulos tiroideos y cáncer; un 4 a 5% de la población tiene disfunción tiroidea; el envejecimiento de la población aumenta el número de pacientes con osteoporosis, y aumentan las mujeres que consultan por trastornos relacionados a la menopausia, por no mencionar los problemas como el hirsutismo, el síndrome de ovario poliquístico, los trastornos de los lípidos y la obesidad, que también suelen llegar al endocrinólogo. Por supuesto que no todas las personas con estos trastornos necesitan un endocrinólogo, pero muchas de ellas insisten en que desean ser vistas por uno.
Para satisfacer esta demanda, tenemos sólo 92 endocrinólogos de adultos certificados por CONACEM, dos tercios de los cuales están en Santiago; 88 diabetólogos certificados, de los cuales el 51% está fuera de Santiago; y 38 endocrinólogos pediátricos, de los cuales hay sólo 5 fuera de Santiago, en la ciudad de Concepción, y ninguno en el resto del país. Por supuesto, muchos comparten la certificación en endocrinología y diabetes, por lo que el número de personas disponibles para satisfacer la demanda es aún menor.
Sin duda que esto representa un desafío presente y futuro para la Sociedad, que debe contribuir a alertar a las autoridades respectivas para actuar proactivamente y diseñar soluciones prontas, sobre todo con la creciente incorporación de patologías endocrinas al AUGE.
Otro desafío presente y futuro para la Sociedad es aumentar su gravitación internacional. Hemos disminuido nuestra participación en eventos latinoamericanos y nuestra participación en la Sociedad Internacional de Endocrinología es casi nominal. En diabetes, en cambio, ha habido mucha mayor participación y los diabetólogos conforman una comunidad más interrelacionada, a la vez que distinguidos especialistas nuestros han ocupado cargos directivos de agrupaciones diabetológicas internacionales.
Sería deseable promover que un mayor número de endocrinólogos chilenos se hiciera miembro de sociedades endocrinas internacionales y asistiera a sus congresos, para así favorecer el intercambio de opiniones, trabajos colaborativos, estadías de perfeccionamiento y fellowships de postítulo en centros endocrinológicos de alta productividad en países desarrollados. Nuestra Sociedad ya ha tomado iniciativas en este sentido y es preciso aumentarlas y difundirlas.
Finalmente otro desafío que a futuro se vislumbra conflictivo es el de las relaciones con la industria farmacéutica. Hasta ahora, como Sociedad, debemos estar agradecidos con la industria farmacéutica, que nos apoya haciendo posibles nuestros congresos y reuniones. Esto es una realidad en todo el mundo. Sin embargo, se corre el riesgo de caer en excesos y de que sea la industria la que determine el contenido de nuestras actividades. Desde hace algunos años, esto ha provocado una generalizada reacción en ambientes médicos de países desarrollados, que han publicado códigos de ética que abordan precisamente estos puntos y en los cuales se deja claro que las donaciones o grants no deben ser restringidos ni estar relacionados a productos y que los médicos deben explicitar sus conflictos de interés en cada publicación o actividad docente o de extensión. Estos problemas tardan hasta unos 10 años en llegar a nosotros, pero finalmente llegan, y es bueno tener una postura al respecto.
Martín Luther King decía que él tenía un sueño, un sueño en que vislumbraba un mundo más justo y mejor. Parafraseándolo, como endocrinólogos miembros de esta Sociedad, podemos decir que tenemos un sueño: que la endocrinología chilena sea reconocida en todo el mundo por la calidad de su investigación, por su abundante productividad, por su seriedad y por su generosidad.