El consumo excesivo de sacarosa se ha asociado a efectos adversos sobre la salud humana, relacionándose con el aumento de diversas patologías como obesidad, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer, entre otras, las cuales tienen elevados costos personales y de salud pública.
Una de las estrategias para combatir la obesidad y sus comorbilidades, fue la incorporación por parte de la industria alimentaria de los edulcorantes no calóricos (ENCs), como una respuesta a la puesta en vigencia de la Ley 20.606 sobre composición nutricional de los alimentos y su publicidad en junio del año 2016. Estos ENCs proveen dulzor a los alimentos sin las calorías aportadas por la sacarosa. Su uso se ha ido tornando cada vez más popular, ya que fueron recomendados para la pérdida de peso y en personas con alteraciones en la homeostasis de la glucosa.
En el mes de mayo pasado, la Organización Mundial de la Salud, publicó una nota de precaución respecto a la utilización de edulcorantes no calóricos (ENCs) y su relación con pérdida de peso (ver comentario de literatura en este número Galgani y cols).
Durante el último tiempo han aumentado los estudios experimentales que relacionan el uso reiterado de ENCs con alteraciones adversas del metabolismo, mostrando que son capaces de modificar la respuesta cefálica al comer, la microbiota intestinal (generando disbiosis que puede causar intolerancia a la glucosa) y activar los receptores del sabor dulce, gatillando una respuesta metabólica. Estos datos han sugerido que los ENCs no son “inócuos” metabólicamente como se pensaba y publicitaban. Los meta-análisis recientes realizados en humanos han informado que los edulcorantes artificiales no tienen ningún efecto sobre el peso corporal o el control glicémico.
También existe cierto grado de certeza respecto a que no se pueden excluir daños potenciales tales como afectación de la absorción de glucosa en el tracto intestinal, así como a la secreción de insulina e incretina en humanos y animales.
A la luz de la declaración de la OMS, el papel de los edulcorantes artificiales en el tratamiento de la diabetes debiera revisarse con cierta frecuencia, realizando seguimientos a largo plazo no sólo de la ingesta, sino también de los cambios en la glicemia y el peso corporal, así como futuras orientaciones basadas en datos sobre microbiota. Los cuestionamientos que se han generado en relación a la reciente publicación de la OMS, debiesen llamarnos a un re-análisis de su impacto en diabetes.